El agua se encuentra al centro del desarrollo sostenible, y su acceso para consumo humano ha sido definido por las Naciones Unidas como un derecho fundamental, que encuentra correlato con el ODS 3 referido a la salud, a la reducción de la mortalidad infantil y la morbilidad por enfermedades asociadas al agua; también con los ODS 4, 5, 8 y 10 por su contribución a que los niños y niñas dejen de acarrear el agua -muchas veces desde sitios alejados e inseguros-, y puedan asistir a centros para optar por mejor educación y posteriormente aspirar a mejores opciones de empleo, reduciendo las asimetrías y desigualdades existentes; el agua también tiene su aporte al ODS 2 para la erradicación del hambre, dado que los sistemas de riego habilitan la agricultura sostenible y contribuyen a la seguridad alimentaria. El uso eficiente del agua posibilita la producción y consumo responsable que postula el ODS 12; también es fundamental para la adaptación y resiliencia de los ecosistemas y comunidades, y puede contribuir a la mitigación de gases de efecto invernadero optimizando los sistemas de agua y saneamiento, ambos establecidos en el ODS 13; así también, tiene su aporte al ODS 14 que busca prevenir y reducir la contaminación marina por actividades realizadas en la parte continental, y con el ODS 15 que apunta al uso sostenible de ecosistemas terrestres, incluyendo los humedales.